Las malas lenguas

sábado, 12 de marzo de 2022

EL ARTE A JUICIO

La otra noche cené un libro estupendo en mi cocina, titulado “El arte a juicio” y escrito a dos manos por Enrique Gallud Jardiel y Daniel Cotta: grandes escritores ambos dos y admirables farsantes, cualidades ampliamente compatibles, pues es el artista de la pluma un creador de farsas, de ficciones, que halla, por tanto, su mayor gloria en mentir y, cuanto mejor miente, mayor es su acierto en el oficio embaucador que le ocupa. La mentira, que es un pecado para el resto de los mortales, para los escritores es arte, incluso cuando, presuntamente, en este libro se trata de condenar al arte, sobre todo, al llamado “arte con mayúsculas”. Y esto ya no es mera mentira, es flagrante blasfemia, herejía, despelote, qué se yo. O si lo sé, porque auguro que la Santa Inquisición Intelectual, más temible que la de Torquemada, hará caer todo el peso de sus condenas sobre las cabezas de autores asaz irreverentes, que se atreven a poner a caldo a La Divina Comedia, La Mona Lisa, El Taj Mahal, Don Juan el Zorrillo y hasta Don Quijote; ese grandísimo libro, que la universalidad vanagloria, en especial, cuando no se ha leído ninguno. O tempora, o mores, el arte se derrumba y nosotros nos cachondeamos. Pero vuelvo a la escena primera. Estaba cenando este libro en la cocina, indignada y deleitada a partes iguales, porque así es la emoción estética: inefable, incoherente, silvestre, un lío del copón. Tenía que optar por la cólera o la risa y me decanté por la segunda. La ira sienta muy mal antes de acostarse y mucho más en ayunas. Aquí he de hacer un inciso sobre mi vida miserable. Solo puedo pagar un piso de pocos metros en la capital de España y como último refugio me quedó la cocina. O sea, me planteé en plan salomónico: o cocino y como en ella, o instalo allí una mesa para cocinar libros y leerlos. Hube de elegir lo último, pues si me falla el talento, jamás la vocación. Valga el inciso para buscar la empatía de los lectores. Comprendo que Cervantes llegaba al corazón del público, entre otras cosas, porque confesó que tenía pocos dientes y la barba blanca, Machado enternecía con su “torpe aliño indumentario” y la insinuación de que no se comía una rosca, pues bien yo también quiero dar penilla con mi cocina-despacho, por intentarlo que no quede… Volvamos, en suma, al libro de la cena, “El arte a juicio”, en donde estos dos truhanes de las letras se sucedían como fiscal y abogado para condenar o defender magnas obras de arte. Se hacían los enemigos, mas comprendías que estaban de acuerdo en todo y ese todo era la desmitificación de los llamados grandes del pincel, el cincel, la pluma, el séptimo arte, con una feroz ansia de iconoclastia. Quería gritar de indignación y, sin embargo, me reía a carcajadas ¿qué estaba pasando? El monje Jorge de Burgos envenenaría las páginas de este libro maldito para que nadie pudiera reírse de lo más sagrado. Y haría bien, porque es imposible no reírse con estas parodias. Son graciosos los escritores condenados, nunca mejor dicho. Las risas además se combinan con verdaderos hallazgos filológicos como las cuartetas inéditas del Arcipreste de Hita; aquel clérigo maltratado y violado por las rudas serranas. Estas, en concreto, dicen así:
Sy ves que una muger porta grand´el escote
es sennal de que tyene ganas de darse el lote
deverás animarla con pellisco e azote
e acabarás con suerte, cavalgándola al trote.
La muger es lyosa, por natura enbustera
es esta grand verdat, que la save qualquiera;
non creas lo que diga, pues es enrredadera;
quien las escucha acaba como una rregadera
.
En fin, yo soy una gran entusiasta de la literatura misógina de la Edad Media, pues en ella se reconocía el poder subyugante de la mujer sobre el hombre, lo que tiene tintes feministas. Bien está el Sendebar “Sobre los engaños y ensañamientos de las mujeres” de Don Fadrique, hermano de Alfonso X el Sabio y “El Corbacho”del Arcipreste de Talavera, cuyos textos demuestran que eran abatidos por el género femenino y de eso, sin embargo, gustaban a rabiar. Me permito estos versos, por si me escuchan a través de los siglos:
Gustan los hombres sabios
e también los clérigos
de mujeres locuelas,
calientes en el lecho
No han de folgar entonces,
si no es con escarmiento,
ca ende del fornicio,
les salen grandes cuernos.
Una mujer deçente
non faze pillerías,
mas esas no les placen,
ca no san guarrería.
Non llores de tus ojos
por muxer casquivana,
pues sabredes de sobra,
que es grande puttana.
Bien halladas, por tanto, las cuartetas del Arcipreste y la poca aplicación que pueden tener en estos días. Daniel Cotta, que triunfa como escritor y sufre como profesor de instituto, lo ha dejado claro. El Libro de Buen Amor es lúdico, pero nada pedagógico. En cambio, “La vida es sueño” presenta maneras. El rey Basilio presentía que su hijo Segismundo iba a ser disruptivo y lo encerró treinta años en una torre. Allí se puso fino y recitó monólogos de gran altura. Es una pista, como tantas otras, que da este libro maldito. Llegará el momento en que el libro sea condenado a la hoguera y los autores procesados. Mientras que podamos, disfrutemos de él, porque los libros malditos son imprescindibles.

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