Las malas lenguas

miércoles, 25 de mayo de 2022

Historia cómica de los perros

El perro pudo haber sido un animal libre e independiente. Nació con todas las cualidades físicas necesarias para ello. Soporta el frío extremo, “el frío de perros”, que por algo se llama así, y también la canícula, que, precisamente, deriva –o debería derivar- de la palabra “can”. Sabe buscarse la vida (el perro) y encontrar alimento por sus propios medios, dado lo cual, podría haber prescindido de tener un amo e ir por esos mundos a su bola. Sin embargo, a este animal casi perfecto le debilita su gran necesidad de afecto y, como el amor es ciego, un buen día encontró al hombre, que es mucho más defectuoso que él, y en cuanto sintió sobre su lomo las primeras caricias, se hizo su mejor amigo. O sea, que renunció a ser un emprendedor y se convirtió en funcionario del humano. Se trataba de un trabajo fijo, aunque no cómodo, porque además de recibir órdenes, si el amo adjudicado tenía mal carácter, había de soportar de él tremendas perrerías, que, en este libro de Enrique Gallud Jardiel “Historia cómica de los perros” están bien documentadas. Hubo quien le cortó el rabo, quien se lo comió con rabo y todo y quien lo mandó en un cohete a la luna (y estamos hablando de gente muy célebre).
Según un versículo muy conocido del Génesis, Dios creó a la mujer para que el hombre no estuviese solo, pero, como aquella, según observó, tendía a ponérsele farruca, creó después al perro, que era del todo sumiso y nada le discutía (dicho siguiente versículo sobre la creación del perro, según las fuentes, permaneció inédito hasta perderse definitivamente en un naufragio del arca de Noé).
Claro que sí, el perro tenía que existir para que los misántropos pudiesen querer a alguien y Diógenes dijese: “Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”. Hasta un magnicida, como Hitler, quería mucho a sus perros y, lo que tiene más mérito, sus perros lo querían a él.
Sobre la fidelidad de los perros hay muchos relatos en este libro, sabrosos de leer, como el referente a Greyfriars Bobby, quien custodió la tumba de su amo en las inmediaciones de dicho cementerio de Edimburgo durante catorce años, lo que nos da una idea de que la fidelidad canina es ultraterrena, pues va más allá de la ritualidad canónica conyugal “hasta que la muerte los separe”. Los divorciados, que lo son por no haber cumplido la promesa hecha en la iglesia, suelen comprar o adoptar un perro, pues saben que aunque el perro no les haya prometido nada ante un sacerdote, nunca se separará de ellos (aunque tengan la mano suelta o le huelan a cabrales los pies).
Hay en este libro de Gallud Jardiel muchas menciones a perros del cómic, los dibujos animados y el cine, que os invito a recordar, aunque en esta larga lista falta la figura de Pancho, que es muy actual, por representar “el perro del divorciado”. Pancho era explotado por su amo, que era un cuarentón (o un solterón, esto no se aclara en el anuncio televisivo). Como el hombre, en pleno siglo XXI, no encontraba una mujer sumisa que le cocinase, le lavase y planchase la ropa, y esas otras enojosas tareas domésticas, puso a Pancho a hacerle esas faenas. El perro lo hacía todo de maravilla y ni siquiera pedía a cambio un rato de conversación o salidas al cine o a cenar, como lo hacen las sólitas amas de casa, de modo que el amo, un tal Ramiro Benítez, estaba encantado.
Todo así hasta que le pide que le rellene el boleto de la lotería Primitiva. Y, en fin, que lo rellena y luego desaparece. Abandonó al amo y se fue por ahí a hacer una vida de lujo. Hubo muchos perros y perras heroínas, que dieron su vida por los hombres (lo podéis comprobar en este libro), y la de Pancho no es una historia ejemplarizante, o sí, fue el Espartaco de los perros.
Por más que Pancho me caiga muy simpático, como pienso que no querréis seguir la suerte perra del tal Benítez, os aconsejo que queráis mucho a vuestros perros, que los valoréis y que les devolváis una parte del gran amor que os dan. Todo es imposible. Tu perro te conoce más que nadie y, a pesar de eso o por eso, te quiere más que ninguno. Llévalo en tu coche de vacaciones, comparte con él el verano como él ha compartido contigo el invierno y, por las noches, cuando se haga un ovillo a tus pies, léele este libro “Historia cómica de los perros”. Seguro que le va a encantar (guau, guau).

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