martes, 9 de marzo de 2021

Con dos ovarios

El rey Enrique VIII de Inglaterra se casó seis veces con la idea de tener un sucesor varón, de modo que iba desechando de modo cruel a las esposas que no se lo daban. A Catalina de Aragón, la primera, hija de los Reyes Católicos, la encerró en una torre para casarse con Ana Bolena. El Papa lo excomulgó por tal repudio del todo injustificado, pero Enrique VIII, tozudo como era, fundó su propia iglesia: la anglicana. Sin embargo, como Ana Bolena, tampoco parió varón la mandó decapitar, bajo la calumnia de que era adúltera. Jane Seymour le dio el varón que deseaba, pero ese descendiente era frágil de salud, como su madre, que falleció en plena juventud. Enrique VIII se fue a por la cuarta como en las sevillanas. Esta fue Ana de Cléveris. No congeniaron desde un principio y se separaron de mutuo acuerdo. Con Catalina Howard, la quinta, el problema fue diferente. Era joven y bella y no podía tolerar al viejo achacoso en el que se había convertido para entonces su marido, el rey, así que adulteró y mucho y, por supuesto, fue también decapitada como su prima, Ana Bolena. Al llegar a la sexta esposa, Catalina Parr, el rey tenía frecuentes ataques de gota y no estaba para muchos trotes, así que su lascivia, como su vida, se apagaron. Le sucedió en el trono, su hijo, Eduardo VI, que duró poco, pues era muy débil, y murió a los quince años. A partir de ahí, se disputaron el reino candidatas como Juana Grey, que fue decapitada, y María I, hija de Catalina de Aragón, que se hizo antipática por su represión sangrienta contra los protestantes y por casarse con el rey español católico, Felipe II, quien la definió como "fea, vieja y estéril" Tuvo de Felipe un embarazo ficticio, se hinchó su vientre, pero, al llegar al parto, resulto que lo único que alojaba en sus entrañas eran gases. Fatalmente, lo que menos podía querer Enrique VIII sucedió. Se hizo con su reino una mujer, Isabel I, hija de Ana Bolena. Una mujer que, además, nunca quiso casarse, pese a las muchas propuestas que recibió. Según los psicoanalistas, que han estudiado este tema, se debía a que el amargo recuerdo que tenía de su despótico padre le impedía concebir matrimonio. A pesar de no seguir las pautas sociales, tan importantes, sobre todo, en una reina, fue admirada y respetada por su pueblo, pues ninguna reina hizo tan grande el nombre de Inglaterra. Sirva esta fabula real, que sucedió en el remoto siglo XVI, para concluir que en cualquier época y situación, la mujer que se empeña, sale adelante.

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